El
Psicoanalista Sigmund
Freud creía que el comportamiento y la personalidad derivan de la interacción constante y única de fuerzas
psicológicas conflictivas que operan en tres diferentes niveles de conciencia: el
preconsciente, el consciente y el inconsciente.
El consciente
Incluye todo
aquello de lo que somos conscientes. Este es el aspecto de nuestro proceso
mental que nos permite pensar y hablar de forma racional. A parte de esto,
incluye nuestra memoria, que no siempre es parte de la conciencia, pero se puede recuperar
fácilmente en cualquier momento y se pone en nuestro conocimiento. Freud llamó
a esto el preconsciente.
El pre-consciente
Es la parte de la mente que representa la memoria ordinaria. Si bien no somos conscientes de
esta información en cualquier momento dado, podemos recuperarla y tirar de ella
en la conciencia cuando sea necesario.
El inconsciente
Es donde guardamos nuestros sentimientos, pensamientos, impulsos y los recuerdos que se encuentran fuera de nuestro conocimiento consciente. La mayor parte de los contenidos del inconsciente, según Freud, son inaceptables o desagradables, como los sentimientos de dolor, ansiedad o conflicto. Para él, el inconsciente puede influir en nuestra conducta y experiencia, a pesar de que no somos conscientes de estas influencias subyacentes.
El Ello
Freud proponía que el Ello o Id es
la estructura de la psique humana que aparece en primer lugar. A diferencia de lo que ocurre con el Yo y el
Superyó, está presente desde que nacemos, y por lo tanto durante los primeros
dos años de nuestras vidas es la que manda a lo largo de ese periodo de tiempo.
El
Ello se
mueve a partir del principio del placer inmediato, y por eso
lucha por hacer que las pulsiones primarias rijan la conducta de la persona,
independientemente de las consecuencias a medio o largo plazo que eso pueda
conllevar. Por ello se suele considerar que el Ello es "la parte
animal" o "instintiva" del ser humano.
El Yo
Esta
instancia psíquica surgiría a partir de los dos años y, a diferencia del Ello,
se regiría por el principio de la realidad. Eso significa que el Yo está más enfocado
hacia el exterior, y nos lleva a pensar en las consecuencias
prácticas de lo que hacemos y los problemas que puede generar una conducta
demasiado desinhibida. Esto hace que se enfrente al Ello para aplacar las
pulsiones que emanan de él, para lo cual utiliza los mecanismos de defensa.
El Superyó
El
Superyó aparecería a partir de los 3 años de vida, y es consecuencia de la socialización
(básicamente aprendida a través de los padres) y la
interiorización de normas consensuadas socialmente. Es la instancia psíquica
que vela por el cumplimiento de las reglas morales. Es por eso que el Superyó
presiona para realizar grandes sacrificios y esfuerzos con tal de hacer que la
personalidad de uno mismo se acerque lo máximo posible a la idea de la
perfección y del bien.
Como
el Ello rechaza totalmente la idea del sometimiento a la moral y el Yo, a pesar
de tratar de frenar las pulsiones, también se mueve por objetivos egoístas
centrados en la supervivencia y lo pragmático de adaptarse al entorno, El
Superyó se enfrenta a ambos.
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